La Paz de Versalles

La paz con Alemania es finalmente concluida por medio del Tratado de Versalles. Se establece en él que Alemania devolverá a Francia los territorios de Alsacia-Lorena, cederá a Bélgica dos cantones fronterizos, a Polonia la Poznania y un territorio de población polaca destinado a formar una especie de “corredor” que permita a Polonia el acceso al mar. Por plebiscitos entre la población, se decidiría la suerte de la Alta Silesia y del territorio de Schleswig del Norte, en la frontera con Dinamarca.

Todas las colonias alemanas habían sido ocupadas por los ejércitos aliados. Las potencias de la Entente se las repartirán. Inglaterra recibe la zona oriental de Africa, la Unión Sudafricana y el sudoeste africano; Bélgica, el territorio de Ruanda Urundi. Francia e Inglaterra se reparten el Camerún y Togo. Las colonias alemanas del Pacífico se dividen entre Australia y Japón.

Esta paz, evidentemente dura para Alemania, agregó indem­nizaciones de guerra que no fueron directamente estipuladas, pero que en principio suponían la entrega de la flota mercante alemana y de abastecimientos de materias primas, fundamentalmente carbón. Para destruir el militarismo alemán, los aliados estable­cieron la abolición del servicio militar obligatorio en Alemania, la supresión de la aviación y de la artillería pesada y la limitación del ejército a la cifra de 100 000 hombres. Para salvaguardar la frontera francesa, se exigió la ocupación, por los ejércitos aliados, de la orilla izquierda del Rhin durante 15 años, suponiéndose una evacuación progresiva cada cinco. Ambas márgenes del Rhin serían desmilitarizadas; las minas del Sarre pasarían a Francia.

Los términos de la paz con Alemania son explicables si se tienen en cuenta los intereses de cada potencia vencedora. Francia estaba apremiada por dos problemas básicos: por un lado, la reconstrucción de su economía; por otro, la seguridad de su territorio. La guerra se había desarrollado fundamentalmente en territorio francés, devastándolo casi completamente y dando a los franceses la convicción de que habían afrontado el conflicto prácticamente solos, gracias a su esfuerzo militar. Era esencial asegurar garantías territoriales y diplomáticas que afirmaran la obtención de ambos fines, económicos y políticos.

Por otra parte, Gran Bretaña, aunque cuidadosa de no dar ocasión a que se formara una potencia hegemónica en la Europa continental, sólo se interesaba en la medida en que su comercio pudiera ser restringido. No pretendía un parcelamiento de Alema­nia, que aumentaría el poder de Francia e impediría que los alemanes poseyeran la capacidad económica necesaria para com­prar a Inglaterra sus productos industriales. Tampoco veía conve­niente que se los dejara demasiado libres para establecer relaciones comerciales con Rusia y atraerlos hacia sus centros financieros.

Los Estados Unidos manifestaron su desinterés en cuanto a beneficios inmediatos económicos, territoriales o políticos. Sólo se empeñaron en evitar el resurgimiento del militarismo alemán, ase­gurando a Francia e Inglaterra una victoria que les permitiera llevar adelante sus vínculos económicos y financieros con América y que a la vez no otorgara ninguna ventaja a Rusia.

La Paz de Versalles trató de conciliar, en general, los intereses de los aliados y significó para Francia la posibilidad de lograr sus objetivos de reconstrucción y seguridad.

El tratado de Saint-Germain establecía las condiciones de paz con Austria; el de Trianón, con Hungría; el de Neuilly con Bulgaria y el de Sèvres con Turquía.

El 28 de abril de 1919, los aliados se pusieron de acuerdo sobre las bases de una Sociedad de Naciones.

La caída de tres grandes imperios europeos avivó la exaltación del sentimiento nacional de los diversos pueblos de la Europa Central. De acuerdo con los principios wilsonianos, los territorios que pertenecían a Austria-Hungría fueron divididos en siete Estados, de los cuales dos, Checoslovaquia y Polonia, eran nuevos. Las fronteras se establecieron penosamente entre una nacionalidad y otra. Así, se intentó separar a los alemanes de los magiares, a los italianos de los yugoeslavos, a los polacos de los checos. Austria se redujo a los Alpes orientales y a una pequeña región del valle del Danubio. Hungría quedó a su vez reducida a un territorio algo más grande que el de Austria, en la llanura del Danubio. Ambas naciones quedaban muy limitadas en territorio y población. La primera contaba con 80 mil km2 y 6 millones de habitantes, la segunda con 90 mil km2 y 8 millones de habitantes.

El nuevo Estado checoslovaco comprendía Bohemia, Moravia, Eslovaquia y Rutenia. Yugoeslavia comprendía, además del terri­torio serbio, Bosnia-Herzegovina, Eslovenia, Dalmacia y Croacia. Polonia recibía del imperio el territorio de Galitzia. Italia, a su vez, recibía el Trentino y el puerto de Trieste. Rumania se quedaba con el territorio húngaro de Transilvania, y Grecia con el búlgaro de Tracia. Los Estados que por la paz de Brest-Litovsk habían sido separados de Rusia -Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania— prosiguieron su vida independiente, actuando como “Estados tapones” para evitar la infiltración socialista en Occidente.

En el Cercano Oriente la desaparición del Imperio Otomano mantuvo para Turquía un pequeño territorio que rodeaba a Constantinopla; todas las regiones que conformaban el imperio se transformaron en Estados independientes como Arabia, o en protectorados administrados por Francia, como Siria, o por Gran Bretaña, como Palestina y Mesopotamia. Indudablemente, Gran Bretaña, con todos los territorios mencionados bajo su influencia, con su protectorado sobre Egipto y con el control de las rutas de Suez y de la India, aseguró su penetración marítima y terrestre hacia el Oriente, además de recursos petrolíferos muy importantes.

FUENTE:

GARCIA BOUZAS DE BRUNETTO, Raquel. La Primera Guerra Mundial